27 mar 2017

¿Qué quieres ser cuando seas grande?

Bendita pregunta.
Primero, uno se lo toma a juego porque, después de todo, jugamos a "que somos algo": espías, astronautas, escritores, maestros, salvavidas, etcétera. Regularmente uno empieza a contestar esa preguntota cuando tiene unos ocho o diez años. 
Para cuando se es adolescente, puede haber aún más respuestas o un monosilábico "¡Meh!", que quiere decir "Ni puta idea".
Yo he querido ser muchas cosas en mi vida: veterinaria (iba que volaba para eso, hasta que tuve que abrir una rana medio viva para una clase y me negué a hacerle algo a ese pobre animalito), periodista (corresponsal de guerra, ni más ni menos), psicóloga (ni idea de por qué), tal vez médico (de nuevo, la rana salvadora), ¡bueh!, casi todo lo que no tuviera que ver con matemáticas.
Pero algo me quedó muy claro cuando mis alumnos preguntaron hace algún tiempo si yo siempre quise ser maestra: sí, siempre he querido ser maestra. Además de humanista y escritora.
El problema radica en que soy una idealista empedernida... y también una soñadora. Me gusta tener dinero en el banco y cuando no lo tengo, me da un no-sé-qué; pero me siento mucho peor cuando no estoy estudiando cosas nuevas, escribiendo y en constante contacto con personas que quieren aprender más. Hoy me dieron a escoger entre ganar más dinero o seguir con mi sueldo-cebolla; entre ir a Taxqueña o hasta Interlomas; lidiar con chamacos medio babas (medio, porque ya les quitamos alguito) o con clientes igual de babas. Para mí, había que elegir entre enojarme porque alguien no hizo la tarea o enojarme porque llegaría a casa pasadas las nueve de la noche, siendo que salí antes de las seis de la mañana.
Lo que yo elegí (muy a pesar de mi "Yo-Nina" pragmática) fue no estar enojada. Elegí quedarme con mis chicos. Elegí un sueldo-cebolla que, además, no siempre será seguro. Elegí ponerme a buscar infografías, videos, materiales nuevos, libros, páginas web, canciones, películas, lo que sea necesario para que mis alumnos se enamoren de las materias. Elegí estudiar mil y un veces mis clases y leer más libros para responder cada pregunta (¡cada pregunta!) que pudieran hacer. Elegí decir "Ok, no hiciste la tarea, ¿cómo le vas a hacer para tener esa calificación?", "Vale, quieres estudiar eso, ¿tienes una guía para el examen o quieres que busquemos opciones?", "No te agüites, no pasa nada. Vuelve a intentar", "A ver, va de nuevo...". Elegí hacerme caso.
Por un lado, sentí que fracasaba porque el otro empleo (como copy, por cierto) me iba a dar más dinero, seguridad, tal vez un estatus (digo, andar por Interlomas... pffff): estabilidad económica, pues. Me sentí fatal. Lloré al llegar a casa, nomás porque todo eso me pesaba como un elefante sobre los hombros. 
La cosa es que había hecho las cuentas: aunque era mejor la paga, no compensaba para nada la pesadilla que iba a ser estar fuera de casa tanto tiempo y llegar encabronada, sólo para medio ver a David por las noches y refunfuñarle en lugar de abrazarlo; no compensaba el hecho de que el colegio queda cerca de casa de mis papás y que también hay días en que puedo pasar a ver a mis suegros; y tampoco compensaba la enorme falta que me harían mis chicos.
Elijo seguir siendo profesora.
El pedo ahora es que todavía no sé qué quiero ser cuando sea grande.

27 mar 2014

Making your mind up

No es que sea una entrada en inglés, o que inste a mis colaboradores a decidirse a escribir en este blog, ¡para nada! Es el título de una canción que Parchís covereó hace algunas décadas (¡décadas!) y que resulta ser una de mis favoritas: Me vas a volver loco
¿Y qué carambas tiene que ver con nada? Ah, pues, por si no lo han notado, esto se llama RecuérdaTe y yo me recordé a mí misma cantando y bailando por la casa toooodos los discos de Parchís. Pero sobre todo, recordé que esa rolita se me hacía profética: cuando creciera y tuviera un novio, seguramente me pelearía con él, y definitivamente, tenía que ser como Tino. 
Enamorarse significaba entonces, jugar en el parque, compartir el chicle (sin besos salivosos de por medio), cambiarle mi sándwich por un Chocotorro, y sentarse juntos en la escuela. O eso se me hacía que era. Porque a la mera hora, salía corriendo cuando un niño me preguntaba si quería ser su novia. Corría despavorida en las kermeses si veía que alguien quería llevarme al "registro civil". Y también soltaba alguno que otro puñetazo cuando se me acercaban demasiado. Total, que yo le corría a "enamorarme", literalmente.
Eso sí, me la pasaba soñando e imaginando que conocía a Tino y que nos enamorábamos y me cantaba canciones bonitas y corríamos tomados de la mano por una pradera desconocida española… 
Sip, ¡era tan bonito pensar en el amor cuando era niña…!
No me malentiendan, ahora estoy rete enamorada, es sólo que la versión de Parchís se empieza a ajustar a lo que vivo ahora: ¿vamos al cine? ¡No! ¿A pasear al parque? ¡No! Tampoco quieres ir hoy a bailar ni a ver dónde se mete el sol… 
Voy a volver loco a mi marido. Pondré mil veces a Parchís, nomás por no dejar. O mejor a los Bucks fizz…  ¡Meh! Antes digan que me decidí a escribir en el blog. :P


https://www.youtube.com/watch?v=pACePi441ds&feature=kp

11 feb 2014

Harto consuelo su memoria

“Recordar es volver a vivir” es, hoy en día, un lugar común. Recordar, en efecto, no es sólo recuperar algo que está guardado físicamente, como en una memoria USB. No es sólo imaginar, soñar lo ya vivido y rememorarlo, sentirlo de nuevo.

Más allá, al recordar se genera nueva información, los recuerdos obtienen nuevos sentidos y significados, nuevas asociaciones, se cargan de otras emociones nuevas. Recordar es vivir, pero no volver a vivir, sino vivir algo nuevo, pero en un punto en que se intersectan lo soñado —lo imaginario ya vivido— y la vida en proceso, la nueva vida.

Y dice Antonio Machado:
Entre el vivir y el soñar
hay una tercera cosa.
Adivínala.

Explica el poeta en otro sitio que “Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar”. 

¿A qué viene a cuento el despertar según Machado, con los recuerdos? Pues en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611), nos dice Sebastián de Covarrubias que recordar es “despertar el que duerme”.
Capturado de la consulta en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española 

Y justamente así usa Jorge Manrique el verbo recordar en el primer verso de las “Coplas por la muerte de su padre”, para mejor recordarlo (o acordarlo, que es la palabra que usa él para rememorar); aquí un fragmento (y una versión musicalizada por Paco Ibáñez):
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
[…]
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(el cual la dio en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dejonos harto consuelo
su memoria.

3 sept 2011

Érase una vez...


Probablemente una de las canciones más entrañables para mí sea “Érase una vez”: es un poema escrito por José Agustín Goytisolo y musicalizado por Paco Ibáñez. 
Me he topado mucha gente que conoce esta canción, que fue parte de su infancia, pero no tienen ni idea de quién la escribió, quién la musicalizó ni quién la canta. Para ellos es una canción de cuna que cantaban sus padres, o que aprendieron en la escuela en clases de música.

Y eso (llevar la gran poesía en español a gente que normalmente no quiere saber nada de poemas) ha sido uno de los grandes éxitos de Paco… Sí, Paco a secas, porque aunque nunca he intercambiado un apretón de manos o un saludo con él, es como de mi familia, como un tío del que he aprendido mucho.

Y es que para mí también esta canción (y otras de Paco) está cargada de recuerdos desde mi más tierna infancia. También era algo que me unía a mis padres, y aún lo hace. También era una canción de cuna. También es una pieza que me hace soñar con dulce nostalgia. Pero, además, participó de manera importantísima en mi formación poética y de mi forma de ver el mundo, de entender la vida y las relaciones.

Para mí, el lobito bueno (junto con otro lobito del que me cantaba Papá) representa lo bueno de mi infancia, y lo bueno que hay (o me gustaría que hubiera) en el mundo…

13 jul 2011

"No soy de aqui..."

"No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad"

Eso cantaba la voz que sonaba en las bocinas de aquel carro rojo que por alguna razón conducía mi papá por Guanajuato por ahi de 1979... un solo cassette disponible para un viaje de horas por carretera ya era demasiado. Una niña de cinco años pidiendo la misma canción durante todo el viaje debe haber sido insoportable, pero madre y padre soportaron estoicamente cuando ya sin preguntar, presionaban el botón de rewind cada que terminaba la canción y que tenía a la niña del asiento trasero hipnotizada, mientras escuchaba al señor que cantaba mientras perseguía a Manuela, veía las estrellas, era amigo de los ladrones y le gustaban las malas señoras y las canciones en francés. Era eso o escuchar mil veces: "¿Falta muchoooo?".

La voz ahí era de Alberto Cortez, pero ya después la conocí con su autor. La escuché cantada en vivo en un concierto en el ITESO, y ha sido una de mis favoritas siempre.

A ese autor se lo llevaron de una forma en la que nadie debería morir, pero se quedan su música y su poesía en las canciones que lo recordarán siempre. Gracias por eso, Facundo Cabral. Buen viaje.



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Les dejo esa versión que está grabada en mi memoria.




18 jun 2011

Tus recuerdos

Mis recuerdos son tus recuerdos.

Suena a poesía barata, pero tiene una base innegable: tú y yo compartimos el mundo. Así que compartimos, en mayor o menor medida, la historia. Recordarme es recordarte. Y viceversa.

Y yo tengo una anécdota que ilustra muy bien esta idea de que los recuerdos son compartidos más allá de las experiencias personales verdaderamente vividas. Esto sucedió allá por los 70. Antes de que varios participantes de este blog hubieran nacido y yo tenía un par de años.

Un día, fuera de la casa de los abuelos, salí a la calle y la familia me observaba. Recuerdo perfectamente la casa de los abuelos, los árboles y cómo, con el paraguas que llevaba, parecía un hongo.

No se rían. Sí parecía un pequeño hongo, con el paraguas echado hacia atrás que me ocultaba media espalda. Lo recuerdo como si fuera ayer. Me veo caminar por esa calle, alejándome hacia el sur... Y si pienso un poco, la magia se rompe.

Piénsenlo un poco conmigo: ¿me veo a mí mismo de espaldas, alejándome? Imposible. Esa imagen que está tan clara en mis recuerdos es una vieja historia de familia que me han contado cientos de veces y que forma parte, sí, de mi propia historia. Y de mis recuerdos.

Pero no es sólo una memoria ajena que haya hecho mía: he modificado lo que sucedió en realidad y lo que recuerdo ya no corresponde a lo que me han narrado. Es inevitable notar que, al hacer mío el recuerdo, lo he modificado: mis abuelos no vivían en esa casa ni estaban esos árboles ahí.

Aunque sea una historia que me han contado y no haya ocurrido como dice mi memoria, ese es un recuerdo ajeno que es mío. Es mi propio recuerdo. Y no. :)

14 jun 2011

Amigos

Después de quebrarme la cabeza pensando en una aportación decente para el blog, providencialmente mi amigo Amílcar apareció preguntando sobre el enlace de Recuérda Te. 
Amílcar es mi amigo "más antiguo": nos conocemos desde los 10 años, cuando yo cambié de escuela. 
No fue precisamente la mejor escuela: estaba acostumbrada a una escuela activa y a decir verdad, eso de tener que ir diario con uniforme, no era de mi agrado. Pero conocí a este inquieto muchachito y otros amiguitos muy queridos y harto especiales. 
El primer año fue más bien de adaptarme al cambio. Y en sexto de primaria, ya éramos todos amigochis, más que nada porque el grupo era pequeño. Mi maestro, que se llama(¿ba?) Daniel, era muy alegre... y pachanguero: cada cumpleaños, día del niño, día de la primavera, fin de semana largo, etc., etc., etc., hacíamos "coperacha" y fiesta en el salón. De manera que la convivencia fue la prerrogativa entre nosotros.
No había fiesta sin música, como suele pasar en las fiestas. Pero justamente este grupo compartía conmigo una afición por el rock & roll. Creo que todos crecimos oyendo "Pioneros del Rock" en una conocida estación de FM. Particularmente a mi, me hacía muy feliz saber que no era la única "rara" en oír precismente ese programa. Y por fortuna, a esa edad a los chicos sí les da por bailar y mi pareja de baile regularmente era Amílcar. 
Cuando por fin el director se dio cuenta de que íbamos a festejar cuanto evento pudiéramos, nos dio permiso de instalarnos en el salón de usos múltiples, para no alborotar al resto de la escuela.  Entonces, el profe Daniel se apoderaba de la grabadora y de la música.
La escena que siempre viene a mi memoria al recordar esos días, es la de nuestro maestro bailando la coreografía de Ghostbusters... seguido por la bola de chiquillos de 11 años. Claro, el profe era relativamente joven en ese entonces, así que no era de extrañar que pusiera rolitas ochenteras. A la fecha, oigo esa canción y me retuerzo de risa. 
La verdad, soy feliz de tener todavía un amigo con quién recordar esas cosas, y que además de todo, siga bailando conmigo (aunque sea de vez en cuando). 
Espero que esta entrada responda sus dudas :)  
¡Ah! Un pequeño recuerdito
http://youtu.be/-DLAtCt6OSs